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¿Uruguay puede pensar por sí mismo?

Lic. Horacio Bernardo

Pensar o repetir: esa es la cuestión. En tiempos en los que temas como el desarrollo, la innovación y la búsqueda de la identidad están en la opinión pública o forman parte de la agenda política e intelectual, cabe preguntarse qué tanto es posible pensar (crear, innovar, desarrollar concepciones) en el Uruguay o qué obstáculos, más allá de los económicos, pueden estar impidiéndolo.

Lo cierto es que, en la actualidad, al Uruguay le resulta difícil generar un pensar propio, ya que busca aferrarse a lo ya pensado en el extranjero. En el ámbito político se emplean soluciones de otras latitudes y es frecuente escuchar que se justifica una medida de gobierno con el argumento de que ha sido probada con éxito en un país del primer mundo. En la Universidad, que debería ser ámbito fecundo de ideas, se citan y repiten hasta el hartazgo autores europeos y norteamericanos, viviendo en una especie de “edad media” en la que sólo es posible decir algo si antes lo dijo alguna autoridad “santa” de la disciplina de la que se trate. En la moda (que es un aspecto social de la estética) se imitan tendencias y corrientes. En el ámbito empresarial se trabaja sobre seguro o se innova a pedido de firmas extranjeras, alegando que el Uruguay no es mercado para tomar riesgos. Las buenas prácticas organizacionales o económicas, vienen dadas por pautas o modelos creados en otros contextos. La arquitectura, el diseño, el arte, vienen signados fuertemente por corrientes y catálogos internacionales. Las ideas originales siempre aparecen en otros lados. Los genios nunca nacen en Uruguay, y cuando lo hacen no viven en él. La condena es siempre una y la misma: repetir.

Un problema recurrente

El planteo de la necesidad de un pensar propio está presente desde los primeros años de independencia uruguaya. En 1838, Andrés Lamas indicó en la publicación “El Iniciador” la necesidad de conquistar una independencia mental, tras la independencia política. Escribió: “Dos cadenas nos ligaban a España: una material, visible, ominosa: otra (…) no menos pesada, pero invisible, (que) está en nuestra legislación, en nuestras letras, en nuestras costumbres, en nuestros hábitos, y todo lo ata, y a todo le imprime el sello de la esclavitud y desmiente nuestra emancipación absoluta. Aquella pudimos y supimos hacerla pedazos con el vigor de nuestros brazos y el hierro de nuestras lanzas: ésta es preciso que desaparezca también si nuestra personalidad nacional ha de ser una realidad”

Ya avanzado el siglo XX, en 1969, Mario Sambarino, en su publicación “La cultura nacional como problema”, determinó algunas razones por las que nuestro desarrollo científico, humanístico y artístico parece siempre estar atrasado respecto al de otros países. En cuanto a la poca capacidad de creación científica, señaló que hasta los años 40 el Uruguay creyó que el científico debía ser un genio o un “fenómeno”, aunque no lograba explicarse por qué los “fenómenos” siempre eran más geniales en el exterior. Años más tarde, el Uruguay tomaría conciencia de que el financiamiento sería una de las acciones necesarias para crear grupos humanos calificados abocados a la innovación. Lo mismo pasaría en humanidades y ciencias sociales. El impulso dado a la “Facultad de Humanidades y Ciencias” sería una de las claves.

A pesar de ello, otro obstáculo tan importante como el económico se impondría. Este sería, una vez más, la dependencia mental uruguaya (y latinoamericana) respecto de los países centrales. La liberación de esa dependencia fue el eje central de la obra de Arturo Ardao quien, en 1975, en su libro “La emancipación latinoamericana” escribió recordando el texto de Andrés Lamas: “… el problema de la emancipación mental que la generación romántica se planteara al día siguiente de la independencia política, se reformula en nuestros días en términos nuevos”. Para Ardao, no es posible la liberación si no se comienza por liberar la más férrea de las ataduras: la del pensamiento. Aún hoy, en los albores del siglo XXI, Carlos Pereda critica la conducta de los académicos actuales en el ámbito del pensamiento, quienes parecen más preocupados por estar al tanto de los últimos gritos de la moda intelectual que por pensar en los problemas locales.

Dos causas de la dependencia mental

Para esbozar el fundamento de dicha conducta, se debe primero separar las causas efectivas de tal “dependencia mental” de aquellas creencias que corresponden a prejuicios basados en la imagen devaluada que los uruguayos tenemos de nosotros mismos. Puede demostrarse fácilmente que el problema no se debe a una condición inferior de los uruguayos, ni al tamaño reducido del país, ni a otros factores culturales definitivos. Tampoco el motivo podría reducirse únicamente a la inferioridad económica de nuestro país respecto de los centrales, pues si así fuera sería imposible pensar cualquier tipo de cambio. Despejando los falsos prejuicios, existen dos causas a visualizar que analizaré brevemente.

Una de ellas es la causa histórica, la cual se funda en la tradición que hace depender “emocionalmente” el pensamiento uruguayo del europeo. Sobre el siglo XIX, la revolución francesa fue ejemplo de la revolución americana, lo cual convirtió a la cultura francesa en referente de ideas liberadoras. Los textos de estudio de la época eran franceses y Francia operaba como referente incluso para los europeos. Se gestó la asociación mental entre tres conceptos: cultura, liberación y Francia. Uruguay (y América) aprendieron que la salvación venía de mirar lo que sucedía en otros lados. La imagen mental fue entonces la de imitar, la de era esperar (como quien espera un Cristo) alguna idea liberadora. Con algunas excepciones (por ejemplo: teoría de la dependencia, teología y filosofía de la liberación), esta imagen mental ha seguido así en América latina y Uruguay hasta el presente.

Pero la causa histórica opera como base de la causa que se manifiesta día a día en nuestra cotidianeidad, la que llamaré causa estratégica y de la que, de un modo u otro, han hablado los pensadores citados en la sección anterior. Esta causa significa que la dependencia mental es un “mal” difícil de combatir, no tanto porque desde el extranjero se imponga a la fuerza ideas o saberes, sino porque es útil entre nosotros. Así, la dependencia mental se vuelve estratégica para los actores nacionales. Le es útil a los expertos y a los técnicos, ya que su poder está atado a teorías y concepciones nacidas en otros lugares. Le es útil a quienes desean obtener prestigio, ya que se considera más hábil, culto o inteligente a aquel que domine saberes “internacionales” en lugar de los locales. Le es útil a todos aquellos individuos que desean justificar o mantener puestos de mando, ya que repetir es considerado sinónimo de “estar actualizado”. Por último, la dependencia mental es útil a cualquier individuo en cualquier discusión ya que “repetir” es siempre un buen modo de persuadir a otro, debido a que siempre es un argumento más convincente hablar de lo que se ha desarrollado eficientemente en otros lados de lo que se hace aquí, siempre supuesto como mediocre, inacabado o infértil. En definitiva, la dependencia mental le sirve al dependiente, pues le otorga poder, prestigio y sapiencia aparente entre sus pares. Así, detrás de la crítica sobre la poca capacidad de pensamiento del país, se esconde una poderosa causa que hace que la situación se mantenga: que cada cual, en mayor o menor medida, obtiene algún beneficio de la misma situación que critica.

 

Horacio Bernardo (Montevideo, 1976) – Licenciado en Filosofía y escritor. Docente de filosofía en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación (UdelaR). Docente encargado del curso “Introducción al pensamiento uruguayo” (Biblioteca Nacional, 2009, 2010). Columnista: “La filosofía y la vida cotidiana” en Radio DiamanteFM (Programa, La mañana en Camino). Ha dictado exposiciones y talleres en Montevideo, Buenos Aires, La Habana, México y Oaxaca. Obras: “Libres y esclavos” (cuentos, Ed. La Gotera , 2005), “El hombre perdido” (novela, Ed. Planeta, 2007), “Extraordinariamente solos” (novela – escritura instantánea, FONCA, México, 2008), “Esto no es una antología. Antología de narradores jóvenes uruguayos” (antólogo, Ministerio RREE – UTU, 2008), “Pensar lo regional en un contexto global” (compilador, FHCE, 2009), “Teoría de la Universidad” (compilador, FHCE, 2009).

 

Columna: Preguntas Filosóficas

Revista Caras y Caretas 01.04.11

 


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